«Me abrí al teatro y a la conciencia política al mismo tiempo, a los 13 años», Alejandro Mateo.
El escenógrafo, vestuarista y maestro nacional de dibujo, Alejandro Mateo visitó Apuntes del Porvenir en laRZ y nos contó de sus inicios en el arte de construir los ámbitos donde se desarrollan las obras de teatro: mis orígenes se remontan a mi niñez, tenía un abuelo carpintero con su taller de ebanistería en el fondo de casa, había muchas herramientas, mucho material de descarte y nací medio niño escenógrafo porque mis juegos eran eso, encerrarme en el taller y con restos de maderitas armar maquetas, estructuras, juguetes, etc. Y en mi casa, si bien nadie estaba relacionado directamente con el arte, había un tío melómano, una madre muy curiosa que me llevó a los 8 años a un lugar rarísimo que resultó ser el Di Tella, a la última muestra que se realizó porque después de eso lo cerraron. Había un entorno que ayudaba a que uno fuera curioso. Y creo que hay que promover eso en los chicos, la curiosidad. Lo que empezó como un juego en la niñez se convirtió en un oficio y profesión con el tiempo. A los 13 años dije que no me gustaba el secundario y tuve la posibilidad de entrar en la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano, a la cual se ingresaba con el ciclo básico. Entré a los 16, una semana antes del golpe de marzo del 76 y allí mi cabeza se abrió, se expandió y si bien supe que no iba a ser actor ni dedicarme a las artes plásticas, tuve la certeza de que me servirían para el teatro».
Mateo recuerda a sus grandes maestros, como Guillermo de la Torre, Germen Gelpi, Hugo de Ana, Saulo Benavente, entre otros, a los que conoció trabajando en el Teatro Nacional Cervantes en donde se desempeñó como realizador en los talleres, viendo las necesidades que tenían los directores, escuchando los diálogos con los diseñadores. «Aprendí mucho durante esa etapa como realizador, me sigue gustando meter mano, experimentar, construir, utilizar todo lo que encuentro y tengo a mano. A veces, más que un reciclador urbano me considero una rata, muy rata acumuladora de cosas que voy juntando y que me han salvado en más de una oportunidad para hacer alguna escenografía».
Alejandro Mateo considera al teatro como «un hecho colectivo, requiere de oficios, muchos de los cuales se estaban perdiendo, en particular en lo que respecta a los talleres de escenografía, como por ejemplo la sombrerería, gente que produce con sus manos, sensibilidad al servicio de un proyecto donde hay mucha gente involucrada, que se diferencia de las artes plásticas, en donde uno se encuentra produciendo solo en su taller. El teatro es un arte colectivo, sin lugar a dudas. No hay otra manera, porque aunque sea un unipersonal, la obra cierra con el ojo del espectador, siempre estás con otro».
Mateo tiene un compromiso explícito con los derechos humanos y las causas nobles y cuando hablamos de militancia, de poner el cuerpo nos dice: «me abrí al teatro y a la conciencia política al mismo tiempo, a los 13 años cuando mi madre me llevó a ver una versión de Marat-Sade en el Teatro IFT. Era septiembre de 1973 y ese día salió el elenco a decir que se suspendía la función porque se había dado un golpe militar en Chile, pero nos invitaban a sumarnos a una marcha de repudio. Le dije a mi madre que al día siguiente empezaba a hacer teatro y que ahora nos ibamos al Congreso a la movilización. Fue una apertura de cabeza en dos sentidos, en lo que quería hacer y en lo que había que empezar a pensar. De allí, siempre en la calle».
En ese sentido, cuando le señalamos que por algo el gobierno de Javier Milei combate tanto a la cultura, al teatro y al Instituto Nacional de Teatro, Mateo reflexiona que «el teatro abre cabezas, siempre está alerta. Teatro Abierto surgió en un momento determinado, sobre finales de la dictadura. Teatro por la Identidad surgió con la clara intención de compromiso político de ayudar a Abuelas en su búsqueda de los nietos. El teatro es un lugar de militancia en todo sentido. Me hace pensar. E inevitablemente es una experiencia colectiva».
Por último le pedimos un mensaje para los Senadores, que tienen, con su voto, que transformar en ley algunos proyectos esenciales y terminar de voltear los decretos que destruyen Institutos valiosos para el funcionamiento de la vida en democracias. Dice Mateo: «Les pido que se pongan a trabajar en las cosas sobre las cuales no se puede hacer la vista gorda. Están ahí porque los pusimos con nuestros votos y tienen que estar muy atentos a los que está pasando porque no es broma, lo vemos a diario y deben trabajar a favor de, pensar en dónde y para quién uno trabaja, porque hay momentos de urgencias impostergables, como la emergencia en discapacidad».
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