Argentina: un país o una cueva financiera?
Cada día queda más claro que el presidente Milei no gobierna ni gestiona un país y un estado.
Javier Milei es el operador principal de una cueva financiera en donde los costos humanos de su falta de política no cuentan. Las últimas definiciones brindadas en la entrevista a Bloomberg muestran que está allí para transformar a la Argentina en un paraíso fiscal, en donde el poder transnacional financiero pueda hacer operaciones de lavado, entrar y sacar capitales sin control y servir de guarida sin restricción alguna.
A confesión de partes relevo de pruebas. Javier Milei es consciente de la ilegalidad de sus actos y juega al límite. Declaró a Bloomberg que:
“Nosotros teníamos una estrategia para dolarizar que era tomar los activos del Banco Central contra el gobierno nacional, esos títulos pasarlos a mercado y hacernos de dólares… Y la realidad es que hubiera funcionado a la perfección porque cuando nosotros llegamos los títulos argentinos estaban en 18 dólares y hoy están en torno a los 54. Hubiera sido una gestión muy exitosa, pero dada la construcción del sistema político argentino, lo intelectualmente deshonestos que son los políticos, es muy probable que si yo hubiera hecho esa operación a precio de mercados, la política hubiera dicho que ahí hubo una estafa, nos hubieran acusado de un negocio turbio y nos hubieran mandado a la cárcel”.
El presidente argentino saltea lo que ordena la constitución nacional, las consecuencias de aplicar operaciones financieras que cierran en las planillas pero que acarrean hambre, miseria y desprotección a enormes capas de la población. No se hace cargo de sus acciones.
Miente cuando dice que los salarios son miserables por culpa del populismo de los últimos 20 años.
Es real que durante el gobierno de su antecesor Alberto Fernandez ya existían trabajadores formales que estaban ingresando a la línea de pobreza, pero la aceleración que provocó la devaluación sin precedentes de Javier Milei y la desregulación de la economía produjo una licuación de los salarios sin precedentes que empujaron a vastos sectores a integrar al ejército de pobres e indigentes.
Mientras tanto gobernadores, diputados, senadores y sindicalistas prosiguen deliberando a la espera de no se sabe bien qué cosa….Hay motivos suficientes para detener esta sangría, esta entrega, y esta disolución del estado nacional y la muerte por goteo de una población que espera que alguien la represente dignamente.